—Si pudieran partirse todas las cosas enteras... —dijo mi tío tendido boca abajo sobre el escollo, acariciando aquellas convulsas mitades de pulpo—, si cada uno pudiera salir de su obtusa e ignorante integridad... Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía que lo veía todo y no era más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, y te lo deseo, chico, comprenderás cosas más allá de la común inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y preciosa. Y también tú querrás que todo sea demediado y desgarrado a tu imagen, porque belleza y sabiduría y justicia existen sólo en todo lo que está hecho a pedazos.
Italo Calvino (El vizconde demediado)